Blake entró al salón principal de la mansión Barrymore con pasos medidos. El silencio reinaba, roto solo por el chasquido de un reloj de péndulo. Judy estaba sentada en un sillón de terciopelo color vino, con una copa de vino blanco en la mano. Parecía tranquila, pero sus ojos azules, fríos y afilados, lo atravesaron desde el instante en que lo vio.
—¿Y bien? —preguntó sin rodeos.
Blake cerró la puerta tras de sí. —Se nos escapó.
Judy no parpadeó. Dejó la copa sobre la mesa de centro, el cristal sonó como un trueno en el silencio.
—¿Quieres repetir lo que acabas de decir?
Blake respiró hondo. —Daniel Harper se escurrió entre las sombras. Encontró un acceso subterráneo en el muelle y luego en el invernadero. No sé cómo, pero sabía hacia dónde correr. Fue como si la niebla misma lo protegiera.
Judy se puso de pie con un movimiento lento y calculado. Caminó hacia la ventana y apartó la cortina. Afuera, la niebla cubría los jardines como un sudario.
—Un chico débil, nervioso, sin entrenam