Una lista con estudiantes universitarios. Una figura encapuchada que va haciéndolos desaparecer del plano mortal. Un pequeño pulso entre quien asesina y quién investiga el caso. Un juego que ambas partes quieren ganar. Un mes de septiembre que podría teñirse de la sangre que hay bajo la piel...
Leer másLa lluvia caía fina sobre la tierra. La poca luz solar que se colaba entre las nubes negras era de un pálido mortecino. Cada rayo de sol escalaba las frías piedras de mármol pulido hasta alcanzar la madera de roble color champán que protegía a la joven pálida que no respiraba desde hacía un par de días.
Todo era perfecto para la ocasión, o al menos eso le parecía a la figura encapuchada que miraba desde la lejanía el funeral. Se recreó en la joven que subía al atril a decir unas palabras. Su piel pálida, con un leve rubor que la declaraba en vida, los ojos azules como el cielo y el pelo rubio oscuro corto que apenas le llegaba a los hombros. -La verdad es que no soy la más indicada para esto, hablar en público nunca me gustó y tampoco se me dio bien jamás, pero... no puedo dejar que la persona que más he amado en mi vida se vaya de este mundo así sin más, sin despedirme... -La voz y el cuerpo de la joven temblaban por varias razones. Llevaba un rato llorando, la rabia de perder a su pareja, la impotencia por no haber podido hacer nada, los nervios de hablar frente a todos. La sombría figura del fondo sonreía mientras agudizaba el oído por ver lo que había causado. No le gustaba el sufrimiento sin sentido, pero disfrutaba enormemente cuando ese sufrimiento era como pago por algo que se había hecho anteriormente. -Ema no era la persona más amable y cariñosa del mundo, pero no merecía ser asesinada. Había cometido sus errores en el pasado, errores que admitía y que hacía de todo por cambiar... -Eso hizo que la gárgola se riese, sabía de sobra que esos intentos por arreglar sus errores del pasado eran "postureo", en palabras de la misma muerta, sabía que eran palabras sin acciones-. Me hizo la chica más feliz del mundo desde hacía tres meses... cuando aceptó salir conmigo, pero ya me hacía inmensamente feliz solo por ser mi amiga desde que tengo uso de razón... No sé la razón de este crimen: homofobia, machismo, una agresión aleatoria, un robo que salió mal... lo único que sé es que no pienso descansar hasta que quien haya hecho esto esté entre rejas. La sonrisa se unió a un brillo de ojos delirante y deseoso al recordar todo lo que había hecho con esa pálida adolescente que ahora yacía muerta en la suave seda blanca que recubría el ataúd por dentro. ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ Unos días antes ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ -¡Suélt...! -en ese mismo momento una mano cubrió la boca de la joven. -Ambos sabemos que si te resistes será mucho peor... -Una hoja afilada rozó la piel de porcelana de la joven una vez atravesó la fina ropa que llevaba por ser principios de septiembre. -Por favor... ten piedad... no me violes... no me hagas daño... te daré todo mi dinero... -¿Violarte? No, las lesbianas no sois de mi agrado... Es más, creo que solo hay una persona en el mundo de mi agrado en el ámbito sexual... -Aún después de lo que acababa de oír, Ema sintió una lengua pasar lentamente por su cuello hasta llegar a su oído-. Y tu dinero me repugna, igual que el de todo el mundo... Pero a lo de hacerte daño, voy a hacer que pagues por todos tus pecados... Antes de que la joven reaccionase sintió el cuchillo clavándose en su espalda. La sombra agresora se ensañó con ese pequeño cuchillo. La biología no se le daba bien así que, aunque la quería mantener viva todo lo posible sin dejar de apuñalarla, no consiguió mantenerla despierta más de diez segundos y murió al minuto y medio de empezar la agresión. La sangre cubría el cuerpo de la víctima y de su criminal. Una de las dos partes disfrutaba enormemente de la situación, habiéndose recreado en las últimas palabras de su joven víctima: "lo siento, Ane". Esas palabras causaban su risa. Esa arpía con cara de niña buena no sentía nada en vida, mucho menos en muerte. Se alejó del cadáver dejando el arma ahí mismo, llevaba guantes, no habría ninguna huella dactilar. Las primeras gotas de la torrencial tormenta que borraría su saliva del cadáver empezaron a caer del cielo, con suerte hasta se llevaría el arma. Le encantaba la época de lluvias, las pruebas desaparecían rápido sin necesidad de hacer absolutamente nada más que esperar y coordinar todo para que la policía no se enterase de donde está el cuerpo antes de que empezase a llover. ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ Presente ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ De vuelta al funeral, aquella figura humanoide empezaba a sentir una leve excitación cuando vio a la oradora besar la frente de la muerta. No le gustaban las lesbianas, pero esos recuerdos sumados al dolor que había y el erotismo que había implementado su mente en la escena consiguieron sacarle una perturbadora sonrisa y subirle la líbido. El ataúd se cerró, la tumba se cubrió y la gente empezó a irse. Unos pocos se quedaron un rato más, dándole el pésame a la familia y a Ane una vez más. Cuando la tumba quedó desierta se acercó despacio hasta el lugar y acarició la fría piedra mientras leía la inscripción. "Hija, amiga y pareja querida. Siempre te querremos y nunca te olvidaremos" Aguantó una arcada por la cursilería de esa frase y se alejó levemente de la piedra para dedicarle una última mirada antes de alejarse por el cementerio de Polloe en dirección a su nuevo hogar, pensando en si era mejor librarse de la excitación que sentía de camino sin masturbarse o esperar a casa para pensar en su objeto de placer y explotar nada más empezase a tocarse pensando en todo lo que haría.Yerai miraba bajo el paraguas a unos metros la lápida de piedra gris. Junto a la lápida, un agujero en el que estaban metiendo un ataúd, el ataúd de un joven de 23 años que había muerto envenenado por algo que el forense no había conseguido describir, pero que habría sido suficiente con lavar el estómago para que no lo matase.Yerai bajó la mirada, no sabia que hacia exactamente allí, no quería despedirse de ese cuerpo que ocupaba el ataúd, y menos después de todo lo que había sucedido. El cadáver que había en esa caja adornada y, por alguna extraña razón, cómoda, se merecía una vida larga a ojos de Yerai y de casi cualquiera que lo conociese y tuviese más de dos dedos de frente.
---------------------PRESENTE----------------Sam estaba en una pequeña celda en la cárcel de Martutene, el único centro penitenciario de Guipuzcoa, el único sitio en la comunidad en el que lo podían tener para la cárcel preventiva antes del juicio.Aún y todo, Sam era feliz. Había comprendido que el hecho de que Ibai besase al inspector no era más que una estratagema para camelarlo y así poder sacarle a él de la cárcel.Estaba tan metido en su mundo de fantasía, que este comenzó a agarrarse a la realidad. Día tras día en esa celda, su fantasía se pegaba un poco más al mundo real, hasta que un día terminó de pegarse y no distingu&iac
------------------PASADO-----------------Sam se acercó al chico nuevo con cuidado de no asustarlo. Acababan de darle una pequeña paliza y se levantaba despacio, teniendo miedo de hacer un movimiento brusco que le hiciese daño.—¿Estás bien...?—Sí, gracias... ¿Tú estás bien? Iban a por ti...—Sí, gracias... no tenias porque ayudarme...—Claro que sí... no iba a dejarte ahí tirado mientras te atacaban, y mucho menos mirando.Ambos se levantaron del todo y se dieron la mano a modo de presentación.—Soy Ibai.
Sam miraba el techo de la estancia con la felicidad de quien se acaba de casar con la persona de sus sueños. Veía todo de forma maravillosa y perfecta, no se le había ocurrido ni por un instante la idea de que Ibai estaba escapando, pidiendo ayuda, reuniéndose con la policía... Para él, en su perfecta ensoñación, era todo maravilloso, y si Ibai tardaba tanto era porque estaba preparando una sorpresa.Unos pasos lo alertaron y se incorporó en la cama, esperando encontrarse a Ibai entrando por la puerta con cualquiera de las cosas que había podido encontrar que él le había comprado. Las pastillas del desayuno eran de absorción lenta, la suya más lenta que la de Ibai, y tenia otra que lo mataría en menos de una hora si se la tomaba, así que su plan para la mañana sig
Ibai se tensaba entre los brazos de Sam acurrucado en la cama. Todo lo que le había dicho le aterraba y no conseguía dormir, lo cual era bueno porque tenia mas oportunidades de escapar.Cada vez que se movía para acomodarse Sam hacía un ruido, lo cual le dejaba saber que tenia un sueño muy ligero y que escapar iba a ser bastante más difícil de lo que tenía planeado.Cuando creyó que había pasado tiempo suficiente, se levantó de la cama con cuidado.—Mmm... ¿A dónde vas...?—Al baño, cariño... duérmete... —Ibai rezaba porque algo tan simple funcionase.
Se sentó en una de las mesas de la cocina, intentando actuar con normalidad. El ruido alertó al cocinero, quien se giró y le sonrió con una cálida sonrisa, digna de una de las partes de la pareja más empalagosa y con más amor que se le pudiera ocurrir a alguien.—¿Qué hora es... Samael? —Usó el nombre del diablo de forma consciente, quería recordarle aquel día en la cafetería en el que ambo se lo pasaron bien para que no lo viese como una amenaza, sino como un amigo más.Sam se acercó a la mesa con una sopa y algo de pescado y se lo puso en el lugar que había ocupado, sonriendo aun.—La de cenar, mi vida... ¿Te ha gustado la siesta?
Último capítulo