Lysandra salió de la cabaña después de que Evander se retirara bruscamente. Su mirada estaba fija en él mientras lo encontraba en el porche, con los hombros tensos y las manos apoyadas en la barandilla. La luz de la luna iluminaba su rostro, y aunque intentaba mantener una fachada tranquila, ella podía ver la agitación en su postura.
—Evander —dijo suavemente, acercándose a él—. ¿Estás bien?
Evander no respondió al principio. Permaneció en silencio, su mirada perdida en el bosque que se extendía frente a ellos. Finalmente, dejó escapar un suspiro y se giró ligeramente hacia ella.
—Casi lo digo, Lysandra. Casi le cuento todo a Asteria.
Lysandra frunció el ceño, preocupada.
—¿Por qué?
Evander se encogió de hombros, dejando que sus manos cayeran a los lados.
—Hablar de Selene tan... casualmente, como si fuera un simple recuerdo, es complicado. No soy como tú, Lysandra. Tú puedes cargar con todo y mantenerte en pie. Yo... todavía me cuesta manejarlo.
Lysandra cruzó