El primer rayo de sol se filtró por las cortinas, bañando la habitación con un brillo suave y dorado. La luz acariciaba los muebles de madera y trazaba sombras delicadas sobre las sábanas desordenadas. Asteria se movió ligeramente, sintiendo la calidez del día que comenzaba a despertarla con suavidad. Sus ojos aún estaban cerrados, pero su mente empezaba a despejarse lentamente.
Había algo reconfortante en ese momento, una calma que no siempre tenía el privilegio de disfrutar. Abrió los ojos lentamente, y la primera imagen que encontró fue la de Lysandra, dormida a su lado. Su cabello oscuro se derramaba sobre la almohada en suaves ondas, enmarcando su rostro con un toque de vulnerabilidad que rara vez mostraba cuando estaba despierta. La venda en su hombro izquierdo era visible, pero no parecía perturbar su tranquilidad.
Asteria se tomó un momento para simplemente observarla, permitiéndose apreciar los detalles que hacían que cada faceta de Lysandra le pareciera única. La manera