Ernesto se inclinó sobre su escritorio, sus dedos moviéndose ágilmente por el teclado mientras ingresaba los detalles en el sistema. Cada clic parecía cargar el aire de anticipación, y el grupo observaba en silencio, intercambiando miradas ocasionales.
—Aquí tengo algo —dijo finalmente, con un tono grave que captó la atención de todos.
Asteria, conteniendo la respiración, dio un paso hacia adelante.
—¿Qué encontró?
Ernesto giró la pantalla ligeramente, aunque mantuvo una expresión profesional.
—Hay un archivo que coincide con la fecha y los detalles que mencionaron: mellizos nacidos el 18 de junio hace veintitrés años. El nombre de la madre está registrado como Eris Drakos.
Asteria sintió como si el suelo se tambaleara bajo sus pies. Aunque ya habían oído el nombre antes, verlo confirmado en un registro oficial hacía que todo se sintiera más real y, al mismo tiempo, más abrumador.
—¿Es todo lo que dice? —preguntó Lysandra, cruzando los brazos, con su tono inquisit