Lysandra empujó al atacante con cada gramo de fuerza que le quedaba, sintiendo los músculos de sus brazos tensarse y el bastón vibrar con el impacto. El hombre tropezó hacia atrás, chocando contra un árbol antes de caer al suelo con un gruñido de frustración. No se dio tiempo para confirmar que estaba fuera de combate; cada segundo perdido podía ser un segundo ganado por sus perseguidores. Giró bruscamente hacia donde Asteria había estado y la vio, apenas visible en la penumbra, corriendo hacia la cabaña con el cachorro apretado contra su pecho. Sus pasos eran rápidos pero desordenados, impulsados por el miedo y la determinación.
El alivio que sintió Lysandra al verla a salvo fue breve, fugaz como un suspiro. Más figuras emergieron de las sombras del bosque, moviéndose con la precisión de cazadores expertos, sus rostros ocultos bajo capuchas y sus armas brillando bajo la luz de la luna. Uno de ellos se abalanzó hacia ella con un puñal, el acero destellando con una crueldad fría mie