Al día siguiente.
El cielo estaba cubierto de nubes grises. Anahí apretaba con fuerza la pequeña mano de Freddy mientras caminaban hacia la clínica.
El niño, iba en silencio, pegado a su madre. Había algo en el ambiente, una tensión que incluso él, tan pequeño, podía sentir.
Al llegar, encontró a Edilene esperándola con una expresión de falsa cordialidad. A su lado estaba Azucena Morgan, sentada con el rostro tenso, como una estatua de mármol.
Elliot jugaba con un carrito en la sala de espera, ajeno a todo el drama que se cocinaba a su alrededor.
Azucena apenas miró a Anahí, pero clavó los ojos en Freddy con recelo.
El niño se escondió detrás de su madre, asustado.
—Hagamos esto de una vez —dijo Azucena con frialdad, sin molestarse en saludarla.
Antes de que Anahí pudiera responder, Edilene intervino con voz aguda, como si saboreara cada palabra que iba a pronunciar.
—¿Y Alfonso? ¿Dónde está mi prometido, suegra?
Anahí se volvió hacia ella con una mirada perpleja.
—¿Tú qué?
Edilene son