—¡Llamen a la policía ahora mismo! ¡Ella es la asesina de Rosa Hang, debe ir a prisión! —gritó Azucena Morgan, señalando a Darina con el dedo tembloroso, pero firme como una lanza acusadora.
Los niños comenzaron a llorar.
El ambiente se volvió denso, irrespirable, como si el aire estuviera cargado de electricidad y miedo.
Rossyn se abrazó a su madre con fuerza, sollozando, mientras Helmer y Hernán se abrazaban a la falda de mami.
Darina sintió que el piso se le abría bajo los pies. Su corazón se aceleró, no solo por la gravedad de la acusación, sino por el terror de que sus hijos escucharan tales palabras.
—¡Está loca, señora! ¿Cómo se atreve? —Anahí alzó la voz, su tono era una mezcla de indignación y miedo, como una madre leona protegiendo a los suyos.
Azucena no se contuvo.
—¡Claro! Tenían que ser amigas, ¿no? ¡Tal para cual! Una zorra… y una asesina.
El insulto cayó como una bomba.
Los ojos de Darina se llenaron de lágrimas contenidas, no por el dolor personal, sino por el miedo qu