Pronto, los prometidos se dirigieron al centro del salón. Un silencio expectante se extendió entre los invitados, mientras todos los presentes aguardaban el tradicional discurso de compromiso. Azul, tomada de la mano de Hernán, fue la primera en hablar. Su voz temblaba apenas, pero sus ojos brillaban con sinceridad.
—Hernán —dijo con una sonrisa emocionada—, te he amado desde que era una niña. He soñado con este momento durante años, con llevar tu apellido, con caminar a tu lado... Y hoy, por fin, ese sueño se hace realidad.
La sala estalló en aplausos suaves y emotivos. Hernán, conmovido, le besó la mano con ternura. Se notaba que también luchaba contra el nudo en la garganta.
—Yo te amo —respondió con voz firme—. Eres mi sueño de amor hecho carne. Solo quiero una cosa: ser feliz… y hacerte feliz hasta mi último día.
Más aplausos resonaron, y algunas lágrimas se escaparon entre los presentes.
Hernán deslizó un nuevo anillo en el dedo de Azul, sellando su promesa frente a todos. El am