—¡¿Qué es lo que está pasando aquí?! —la voz de Oriana resonó como un trueno al entrar al salón, seguida de cerca por Orla.
Ambas se quedaron de pie, observando la escena como si hubieran irrumpido en el clímax de una obra trágica.
Tessa, sentada en el suelo, se levantó lentamente.
Su respiración era agitada, las lágrimas luchaban por escapar de sus ojos, y con un temblor dramático en la voz exclamó:
—¡Ella… ella me ha pegado! ¡Sienna está fuera de sí! ¡Se comporta como una loca!
Sienna, que permanecía erguida y con una mirada gélida, ni siquiera pestañeó ante la acusación.
Su voz sonó firme, con un tinte de desprecio que atravesó el aire como un cuchillo.
—No he venido para esto. Así que concentrémonos en lo que debe ser.
—Claro que no —intervino Oriana, con un gesto autoritario, colocándose entre ambas—. No alimentes más esta escena, Tessa. Vamos a concentrarnos en lo que realmente importa. Su mirada se endureció mientras añadía—; Haremos una nueva prueba de ADN. Confirmaremos el re