Antes de volver a casa, Orla decidió hacer una parada. Melody había pasado por demasiado, y el corte de cabello que le había hecho la cruel Tessa era una herida visible que Orla no quería que la niña llevara encima como un recordatorio.
Entraron a la peluquería, donde el aroma dulce de productos para el cabello y el sonido de tijeras en movimiento llenaban el ambiente.
La estilista intentó igualar el cabello de la pequeña, suavizando los mechones irregulares que Tessa había dejado como una cicatriz.
Melody permaneció callada durante todo el proceso, con esos ojos grandes que parecían pedir explicaciones que nadie sabía darle del todo.
Orla, sentada frente a ella, le acariciaba la mano para transmitirle un poco de calma.
Cuando salieron de allí, Orla se sintió aliviada de que al menos el corte se viera más ordenado, pero no podía borrar el hecho de que Tessa lo había hecho con malicia.
Condujo hasta la casa en silencio, con Melody mirando por la ventana, como perdida en sus pensamiento