En el hospital
El eco de los pasos resonaba en los pasillos del hospital, un sonido seco que parecía amplificar la angustia que consumía a Orla.
Caminaba de un lado a otro como un animal acorralado, con el corazón, golpeándole el pecho y las manos temblorosas.
No lograba encontrar aire suficiente para calmarse. Cada movimiento la hacía sentir que el suelo podía hundirse bajo sus pies.
Sienna, que la observaba con una mezcla de preocupación y ternura, no soportó más verla consumirse.
La tomó con firmeza de la mano y la obligó a detenerse. Sus ojos, tan parecidos a los de su hermano, se clavaron en los de Orla.
—Orla, por favor… habla conmigo —dijo en voz baja, pero con la urgencia de quien ya no tolera el silencio—. ¿Por qué quieres divorciarte de mi hermano? ¿Qué daño tan grande te hizo?
Los ojos de Orla brillaron de inmediato, llenos de lágrimas contenidas, como si esas preguntas hubieran derrumbado la última muralla de resistencia que intentaba sostener.
Apenas podía respirar. Su gar