Sienna estaba a punto de dar el último paso hacia la salida, pero algo la detuvo.
Un suspiro profundo se escapó de sus labios, resonando como un eco de su propia lucha interna.
Sus pies quedaron clavados en el suelo, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. No podía. No podía ser cruel, aunque su corazón ardiera de rabia y dolor.
Volvió sobre sus pasos, con movimientos que parecían pesados por la tensión que la consumía.
Necesitaba liberarlo, no solo físicamente, sino también de la prisión invisible de su propio amor no correspondido.
Necesitaba decirle que no lo perdonaba… no así, no aún. Aunque lo amara, aunque lo deseara con la intensidad que solo un corazón roto puede sentir, la herida en su pecho seguía abierta, palpitante, recordándole que el perdón no era un regalo que pudiera ofrecer tan fácilmente.
Cada paso hacia la habitación era un conflicto entre su deseo y su orgullo.
Cada respiración le dolía como un recordatorio de todo lo que había perdido y de todo lo que aún