Alexis se quedó inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor.
Sus ojos se encontraron con los de Sienna y, por un instante, todo lo demás desapareció.
Cada sonido, cada olor, cada sensación se concentró en ella. Su corazón latía con fuerza, cada golpe resonando en su pecho como un tambor que anunciaba la llegada de algo inevitable.
—Sienna… te amo… —susurró, la voz temblándole entre la incredulidad y la necesidad.
Ella lo miró, y esa mirada fue un rayo que lo atravesó por completo.
Una sonrisa lenta, provocadora y a la vez tierna se dibujó en su rostro.
Con un movimiento elegante, se colocó ahorcajadas sobre él, dejando que su cuerpo tocara el de Alexis con un calor que parecía incendiarlo.
Cada roce de su piel enviaba oleadas de deseo que lo hacían estremecerse.
Alexis lanzó un suspiro profundo.
Después de tanto tiempo de distancia, de silencio y de reproches no dichos, sentirla tan cerca lo hacía arder desde dentro.
Era como si cada fibra de su ser despertara de un