Al día siguiente, la luz del sol brillaba con fuerza, y el aire estaba impregnado de una frescura que prometía un nuevo comienzo.
Melody y Demetrio se prepararon para salir, y él, con una sonrisa en el rostro, la miró con complicidad.
—¿Qué estás tramando? —preguntó Melody, sintiendo una mezcla de curiosidad y emoción.
Demetrio sonrió aún más, su expresión era un secreto que solo él conocía.
Condujo el auto por caminos serpenteantes, llevándola a un lugar especial que había elegido con esmero.
Finalmente, llegaron al muelle del río Blanc.
Al bajar del auto, la brisa suave acarició sus rostros, y el sonido del agua fluyendo se convirtió en una melodía que resonaba en sus corazones.
Tomando su mano, Demetrio guio a Melody hacia el borde del muelle. Ella observó a su alrededor, maravillada por la belleza del lugar.
Las luces perpetuas reflejadas en el agua creaban un ambiente mágico, y el cielo, pintado de tonos cálidos, parecía celebrar su amor. En ese instante, todo parecía perfecto.
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