Nelly firmó los papeles con una mano temblorosa.
El sonido de la pluma contra el papel retumbó en su mente como si fuera el cierre de un destino que ya no tendría marcha atrás.
Al terminar, la secretaria confirmó la transferencia del dinero necesario para que se convirtiera oficialmente en accionista.
El corazón de Nelly latía demasiado rápido; sabía que con esa firma había dado un paso que la ataba no solo a la empresa de Melody, sino también a su guerra personal.
Melody, en cambio, estaba radiante, casi triunfal. Sonrió con satisfacción y tomó la mano de Nelly con efusividad.
—¡Esta noche iremos a un bar a celebrar que somos socias! —exclamó con entusiasmo.
El teléfono de Melody vibró, y al contestar, su voz se volvió aún más animada.
—Bueno, Ethan, nos veremos en el bar Sol del Norte, ¿bien?
Él asintió desde el otro lado de la línea, y sin dar más detalles, Melody cortó la llamada.
Nelly no pudo disimular la inquietud que le atravesaba el pecho.
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Al volver a casa, Nelly sentía e