El teléfono vibra contra el escritorio justo cuando termino de redactar mi informe. Un mensaje de Jesús:
"¿Qué tal con Montenegro?"
Tres palabras que pesan como bloques de cemento. Mis dedos se ciernen sobre la pantalla antes de responder:
"Nada de qué preocuparse. Todo bajo control."
Miento. Todo está bien, menos yo.
Los puntos suspensivos aparecen y desaparecen varias veces antes de que llegue su respuesta:
"Kathy está bien. Todo salió bien en el hospital. Ya conseguí el psicólogo que me recomendaste. Gracias."
El formalismo del mensaje me duele más de lo que debería. Pregunto si puedo pasar a verla esta noche, aunque sé la respuesta antes de que llegue:
"Mejor no. Claudia está en casa."
Claudia. Su mujer. La palabra me quema el esófago como el whisky barato que estoy a punto de tomarme con Andrea está noche
(..)
El bar está lleno de gente que intenta olvidar sus vidas. Andrea pide la segunda ronda mientras yo reviso mi teléfono por décima vez, esperando un mensaje qu