El pasillo del hospital olía a desinfectante y silencio. Isabella seguía meditando en los pasillos Sabía que lo que estaba a punto de hacer no le gustaría a él… pero era necesario.
Justo entonces, Victoria —la tía de Marcos— venía caminando con un café en la mano. Al verla, frunció el ceño.
—Isabella, hija, ¿te sientes bien? Tienes esa cara de cuando te guardas algo.
Isabella respiró profundo.
—Victoria… necesito hablar contigo.
Victoria alzó las cejas, alerta.
—¿Es Marcos? ¿Se puso peor?
—No. Él está mejor… físicamente. —Isabella bajó la mirada—. Pero hay algo que debe resolver, y hasta que no lo haga, no puedo seguir aquí a su lado.
Victoria abrió los ojos de par en par.
—¿Cómo que no vas a seguir aquí? Isabella, él solo se calma cuando tú estás. ¿Qué pasó?
Isabella juntó las manos, firme pero triste.
—Necesita enfrentar algo que lleva años sin resolver. Y yo no puedo seguir siendo la excusa perfecta para que no lo haga.
Así que… por unos días, tú vas a quedarte con él.
Victoria cas