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Capítulo 24: Solo hay una cama

La tormenta no dio tregua.

Marcos D’Alessio y Isabella Romano se acercaron a la recepción del hostal, donde un joven con cara de agotamiento los recibió con una sonrisa forzada, bajo la luz parpadeante de una lámpara vieja.

—¿Una o dos habitaciones? —preguntó el recepcionista, con los dedos ya sobre el teclado.

—Dos —dijeron ambos al unísono, y luego se miraron con incomodidad.

—Déjeme revisar… —tecleó rápido—. Mmm… lamento decirles que por el temporal todas las habitaciones están ocupadas. Solo queda una disponible. Una sola, matrimonial.

El silencio cayó como un balde de agua helada.

Isabella abrió la boca, pero no dijo nada. Solo sintió cómo su garganta se apretaba. Miró a Marcos con el ceño fruncido, buscando una reacción que le diera una salida elegante a la situación.

Marcos, por su parte, resopló con molestia, mirando hacia otro lado.

—¿No hay ninguna otra opción? —preguntó Isabella, aún esperanzada.

—La gente que venía de otras zonas también se refugió aquí. Hasta los sillones
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