La mañana amaneció cálida, con el sol filtrándose a través de las cortinas blancas. El aroma a pan recién hecho se mezclaba con el de las flores frescas del comedor. Isabella le dio el último sorbo al café, mientras Sofía terminaba de desayunar con su habitual energía.
—Isa… —empezó la pequeña, con voz calculadamente dulce.
Isabella levantó la vista, sospechando que ese tono traía consigo una petición estratégica.
—¿Sí, pequeña estratega?
Sofía sonrió, culpable.
—¿Podemos salir hoy? Un helado, tal vez caminar un rato… hace días que no tenemos un paseo de hermanas.
Isabella ladeó la cabeza, observándola con cariño.
—¿Eso quieres?
—¡Sí! Estoy bien, ya no tengo fiebre. Me siento fuerte. Y además… pensé en invitar a Leo. Él también quiere verme.
La cuchara de Isabella se detuvo a medio camino.
—¿Leo? ¿El hermano del CEO de Serrano Corp?
—¡Sí! Es muy divertido. Además, se portó muy bien conmigo en el colegio. Me enseñó dónde estaban los salones de arte y me regaló una pulserita tejida por