“Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía, manchadas de sangre, y cada uno murió en la desesperada actitud de su caída. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo”. La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe.════ ⋆☆⋆ ════StephanEl auto se detuvo frente al palacio, donde se celebraría la Noche del Zhar-Ptitsa.Era el evento más exclusivo y temido del submundo criminal ruso. Una vez al año, Sergei abría las puertas de su imperio a los jefes, aliados y posibles enemigos de la Bratva. Su objetivo era simple: recordarles a todos quién estaba en la cima. Quién daba las órdenes y podía destruirte de la forma más cruel y dolorosa que te fuese posible imaginar.Sergei era la muerte roja para todos los que bailaban al compás
Stephan Nadie me reconocía; sin embargo, todos podían sentir algo. Un escalofrío en la espina, un pequeño estremecimiento provocado por una grieta en el aire. Una perturbación en el ambiente, similar a la que podría causar un espectro, atravesando la multitud. Una promesa de destrucción y sangre.La muerte roja.Yuri estaba riendo con un ministro extranjero. Sergei se encontraba en lo alto, en su trono improvisado, rodeado de guardaespaldas y modelos drogadas que bailaban de forma sensual a su alrededor.Entonces, me detuve en el centro de la multitud, abrí el esmoquin sin prisa, saqué la pistola y disparé.Sin preámbulos, sin pensarlo.El sonido cortó la música como un cuchillo sobre seda.La orquesta se detuvo bruscamente y cuando volví a apretar el gatillo, los gritos comenzaron y el infierno se desató.Los míos disparaban desde los balcones. Uno de los tiradores se llevó por delante a un guardaespaldas de Sergei con una puntería quirúrgica. Otro de mis hombres voló una de las sal
StephanDaimōn olía a lluvia sucia, pólvora y hierro oxidado.La ciudad que nunca dormía. Pulsaba como el corazón de monstruo aletargado. Revolcándose en su propio veneno, con las tripas abiertas al cielo y los ojos fijos en la oscuridad. Y esa noche, bajo las sombras alargadas, me entregaba su corona. No por herencia. No por lealtad. Si no porque había aplastado a todos los que se interpusieron en mi camino.A lo lejos, el Zolotoy Ad aún humeaba. Las torres de mármol blanco, las cúpulas doradas, las esculturas de dioses rusos y ángeles rotos, todo se alzaba como una carcasa vacía. Un templo profanado. Había sangre en los vitrales, Las cortinas de seda eran cenizas y los cadáveres en los jardines de piedra comenzaban a desvanecerse como una pesadilla al amanecer.Sergei y Yuri ya no respiraban. Y aunque algunos de los sobrevivientes estaban en sus casas y los muertos en sus tumbas, el eco de sus gritos seguía rebotando entre las columnas.Todavía sentía la máscara contra la piel, pega
Parte dos:Los monstruos también aman.“—¡Día odioso en que recibí la vida! —exclamé con agonía—. ¡Maldito creador! ¿Por qué creaste un monstruo tan horrible que incluso tú me rechazaste con asco? Dios, compadecido, creó al hombre hermoso y atractivo, a su imagen; pero mi forma es un repugnante ejemplo tuyo, más horrible, incluso por su misma semejanza. Satanás tenía a sus compañeros, demonios, que lo admiraban y lo animaban; pero yo soy un solitario y aborrecido Frankenstein”. Mary Shelley, Frankenstein----------------------♡♡♡-------------------------------StephanLa ciudad se extendía bajo mis pies y desde el ventanal de mi despacho, Daimōn parecía dormida, pero yo sabía que nunca descansaba. Que siempre estaba alerta y con malas intenciones. Como yo.El mármol negro bajo mis botas reflejaba el fuego de la chimenea encastrada en la pared. Había silencio, ese silencio espeso que precede al desastre. Solo se podía oír el crepitar de las llamas y mi respiración pesada.Las cámaras
OrianaJuré que nunca iba a dejar que me humillaran nuevamente, sin embargo, allí estaba. Sentada, tragándome mi orgullo, mientras escuchaba a mi esposo hablar sobre lo duro que era para él, dejar en el pasado a su amante.Casi quería reír a carcajadas.—Yo nunca quise herirte, Ori. Lo que ocurrió fue un error y ya no soporto la culpa. Prometí que nunca volvería a ponerme en contacto con ella —. Dijo Álvaro, mirándome a los ojos y no pude evitar reírme en su cara —. No sé qué más quieres de mí —bajo la vista y se concentró en sus manos.Era realmente patético, sabía perfectamente que continuaba hablando con su amante y a pesar de que no pude decirlo, me agité, presa de la impotencia que me provocaba su descaro.—¿Lo has cumplido? —Intervino Carolina, nuestra terapeuta, mirándolo sobre la montura de los anteojos.Meneo la cabeza de forma casi imperceptible y una oleada de rabia me sacudió.—No y no me siento orgulloso por ello —Tragó saliva —. Me resulta muy difícil, porque todavía ten
StephanNo me gustaba que me sermonearan. No era ningún novato y ese no era mi primer asesinato. Además, ni siquiera había aceptado el trabajo. Solo me encontraba allí para escuchar, la propuesta. Ya que mi contacto, parecía seguro de que era buena. Al menos eso dejaba ver, la insistencia del nuevo jefe de los Cavalli.«No me tocaría tanto los cojones, ni se arriesgaría el mismo, si no fuera algo gordo». Me dijo Sergi, cuando nos reunimos la noche anterior.Comenzaba a dudarlo, estaba claro que Ciro Cavalli, todavía actuaba como un niño que daba sus primeros pasos. No comprendía lo peligroso que era tratarme como a uno de sus empleados. Era demasiado inexperto como para adivinar, que de haberme encontrado en un mal día, ya le habría puesto una bala en el centro de sus pobladas cejas.—Eres muy joven —. Volvió a repetir y miró al hombre que se encontraba a su lado. Sin embargo, este ni siquiera se atrevió a mover un músculo —. Espero que no te moleste, que te pregunte, ¿cuántos años ti
Oriana—Tu trabajo es perfecto —me miró sobre la montura de los costosos Prada —. Realmente, me cuesta trabajo, creer que solo has realizado un curso en un centro de formación —dijo Galia, la dueña de la galería en la que esperaba poder presentar mi trabajo y obtener ventas —. La composición es maravillosa y la narrativa que elegiste desarrollar a través de las sombras y luces, hacen tu trabajo muy original —. Alzó una de las fotografías y chasqueo la lengua —. Bueno, como ya te dije, tus fotos me parecen perfectas y realmente transmite mucho —meneo la cabeza y algo dentro mío, me dijo que luego de aquel cumplido, vendría una negativa.—Pero… —Continué por ella, intentando parecer serena, consciente de que era probable que me rechazase.—Pero, la muestra que estamos organizando requiere un poco más de oscuridad.—¿Oscuridad? —Me acomodé el sillón que se encontraba frente al escritorio.—Como sabes, es una muestra colectiva que pretende mostrar el lado oscuro de la ciudad —. Se encontr
OrianaTenía mis dudas sobre si iba a encontrar lo que necesitaba para la exposición en las inmediaciones de Érebo, pero sin duda, tal como Galia anticipó, era un lugar que parecía sacado de un cuento de terror.Algo vibraba en el ambiente, algo que me impedía apartar la mirada. Como si estuviese adentrándome en una pesadilla.Las luces de neón que destellaban sobre las inmediaciones del club, y se estrellaban contra los charcos del pavimento.Vagabundos retozando en los rincones, se mezclaban con personas vestidas de diseñador.No podía negarlo, había algo poético en cómo el glamour de la ciudad se mezclaba con su decadencia, y la noche prometía capturar ambos extremos.A pesar de lo moderno y lujoso que era el club, se encontraba rodeado de edificios antiguos y decrépitos que parecían cobrar vida al caer la noche.La luna apenas si lograba colarse a través de las construcciones deterioradas, proyectando largas y siniestras sombras, que me aceleraban el pulso, al tiempo que me ponían