NAHIA
Su aliento se separa del mío, siento su calor retirarse, su cuerpo que me abandona de golpe como si el fuego que me consumía debiera interrumpirse bruscamente, y me quedo jadeante, vacía y, sin embargo, aún tensa, la mirada ahogada de deseo, la piel marcada por sus manos y sus labios. Quisiera que se quedara, que continuara, que me mantuviera aún bajo él, pero se incorpora lentamente, sus ojos ardientes todavía fijados en los míos, y su autoridad me clava más seguramente que su peso.
Sus dedos rozan mi mentón, guían mi rostro hacia él, y su voz cae como una sentencia dulce y firme a la vez.
— Vístete, susurra, quiero que seas perfecta. Vendrás conmigo esta noche.
Parpadeo, aturdida, aún temblando por todo lo que me acaba de arrebatar, y mis labios se entreabren como para protestar, pero nada sale, solo un suspiro áspero. Siento sus dedos deslizarse de mi nuca a mi hombro, una caricia que es tanto una orden como una promesa, y mi cuerpo ya obedece a pesar de mí.
Se levanta, agarr