Estaba atada a la cama de una sala pública de tratamiento, con la mirada fija en el techo, sintiendo cada vez más débiles los latidos de mi corazón, mientras esperaba el fin.Me encontraba en un pequeño hospital en la frontera de varios clanes, un sitio de paso donde la gente entraba y salía, pero nadie se detenía a detallarme. Sabía que, en la habitación de al lado, mi alfa estaba junto a la cama de Julia, avocándose a consolarla con ternura, susurrándole bellas y dulces palabras al oído. Dentro de mí, sentía cómo el veneno de lobo me quemaba lentamente, robándome el aliento y las fuerzas de a poco.Mi loba se había alejado de mí hacía ya mucho, y, aunque yo sufría, sabía que ella era la verdadera víctima.El único antídoto que podía salvarme estaba tan cerca... y, al mismo tiempo, tan lejos; imposible de alcanzar. Cada respiración me costaba todavía más, cada latido se apagaba un poquito, y el frío empezaba a ganar terreno en mi cuerpo. Hasta que ya no pude parpadear ni mover lo
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