La casa de mis padres olía a guiso y a pan recién horneado. Era como si el tiempo se hubiera detenido desde la última vez que estuve allí. Mi mamá me abrazó con la misma fuerza de siempre y mi papá, con ese aire formal que solo se ablanda cuando estamos solos, me besó la frente con cariño.
—Te ves agotada, hija. Pero más linda que nunca —dijo mi madre mientras me guiaba hacia el comedor.
Yo sonreí. Mentí con la sonrisa. Por dentro, todavía llevaba la tensión de ese viaje con Fabián, de su silencio helado, de su mirada que me atravesaba como si yo no existiera o existiera demasiado.
—¿Y el señor Ariztizábal no quiso acompañarnos? —preguntó mi papá mientras servía vino.
Tragué saliva antes de responder.
- ¿Como así lo invitaste ? - pregunte un poco asustada
Mi padre asintió como si no fuera nada
—Está en el hotel, trabajando —dije sin dar más detalles.
La cena transcurrió entre recuerdos, anécdotas de cuando vivía allí, bromas de mi madre sobre mis primeros amores del colegio y las tr