Capítulo 23
Fabián me jaló del brazo con tanta fuerza que casi tropecé con mis propios pasos. Salimos del restaurante como una tormenta desatada, dejando atrás las miradas sorprendidas de los comensales y la voz de Thomas que aún nos seguía.

—¡TE COSTABA TANTO APARTARTE! —gritó apenas pusimos un pie en la calle. Su rostro estaba desencajado, el pecho subía y bajaba como si no pudiera respirar del coraje.

—¡¿Qué te pasa?! —le grité de vuelta, tratando de soltarme—. ¡No me toques así!

—¿Por qué carajos tienes que darle alas a todos? —bramó, ignorando mis palabras—. ¿Qué necesidad, Ana? ¿Te gusta tenerlos babeando detrás de ti?

—¡No le di alas a nadie! ¡¿Estás enfermo o qué?! —intenté zafarme de nuevo—. ¡Tú me llevaste ahí, tú creaste esta maldita escena!

Fabián me miró como si estuviera a punto de explotar.

—¡Maldita sea, Ana! —escupió con desprecio—. ¡Sí que te gusta jugar con los hombres, volverlos inestables, hacerlos m****a! ¡Ya he visto bastante de ti! Pero no creas ni por un segundo que
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