Justo cuando pensé que el mundo me sonreía.
Estaba bailando con Mathias, riendo, sintiendo que por fin me liberaba un poco de todo, cuando lo sentí. Esa sensación en la espalda. Ese escalofrío helado que solo aparece cuando sabes que algo —o alguien— está a punto de romper tu burbuja.
Me detuve. Sin razón aparente, solo paré. Giré la cabeza… y ahí estaba.
Fabián Ariztizábal.
Bajando con furia de una zona VIP, abriéndose paso entre la multitud como un huracán de rabia. Su mirada me atravesó. No era deseo. No era indiferencia. Era ira. Una mezcla peligrosa de celos y posesión.
*No. No, por favor.
Que sea cuestión de tragos.
Que sea una pesadilla.
Que no sea real.*
Pero lo era.
Me quedé congelada. Mathias me miró confundido, siguiendo la dirección de mi mirada. Y en cuanto lo vio, supo. Lo notó en mi cara, en la tensión, en la forma en la que el aire se volvió irrespirable.
Fabián llegó hasta nosotros. Respiraba agitado, con el ceño fruncido, las manos cerradas en puños.
—¿¡QUÉ CARAJO