Capítulo 9

Abrí el clóset y me quedé mirándolo por unos segundos. No quería pensarlo demasiado. Solo tomar una decisión y seguirla. Tomé el vestido blanco, ese que apenas cubría lo justo y que abrazaba mi cuerpo como si hubiera sido hecho para mí. Me miré al espejo. Corto, entallado, atrevido. Perfecto. Hoy no era un día para esconderme.

Me puse unos tacones nude, el labial rojo que siempre me hacía sentir poderosa, y solté mi cabello en ondas suaves. Necesitaba verme bien. Necesitaba sentirme deseada. Esta noche iba a ser mía.

Diana llegó minutos después, tocando la bocina desde la calle. Bajé de prisa, con el corazón latiéndome fuerte, y me encontré con ella y con Sofi, su "casi algo". Iban riéndose en el asiento delantero, cómplices de esas salidas que empiezan con risas y acaban con historias.

—¡Uff, mamacita! —exclamó Diana al verme—. Así vestida cualquiera se olvida del maldito Ariztizábal.

Reí, sin responder. No quería hablar de él. No esta noche.

Pero el destino, tan cruel y retorcido como siempre, tenía otros planes. Cuando el carro giró en la esquina y vi las luces del bar, mi estómago dio un pequeño vuelco.

Era ese. *Ese* bar. Donde había conocido a Fabián.

Tragué saliva y fingí que nada pasaba. Respiré profundo. *No, Ana. No hoy*. Esta noche solo sería para disfrutar. Me lo repetí como un mantra.

Adentro, entre luces tenues y música alta, nos encontramos con Mathias. El mejor amigo de Diana. El que siempre que podía, me lanzaba miradas de esas que hacen temblar hasta el ego.

—¡Pero mírala! ¿Así cómo se supone que uno se aguante? —dijo con una sonrisa descarada, mirándome de pies a cabeza.

Yo solo me reí, dejándome llevar.

Y cuando me ofreció la mano para bailar, no lo dudé. Quería olvidar. Quería vivir.

Y por un rato, solo por un rato… lo logré.

La música estaba en su punto, las luces giraban como si el mundo no tuviera problemas y yo... yo me reía. Reía con Diana, con Sofi, con Mathias. Reía como si todo lo que me pesaba se hubiera evaporado con cada trago.

Llevaba dos mojitos encima y una sensación de libertad que me hacía olvidar que alguna vez me había sentido rota. Me sentía ligera, hermosa, viva. Y lo mejor era que nadie esperaba nada de mí esta noche. Ni jefes, ni padres, ni mentiras. Solo amigos, música y la promesa de una madrugada inolvidable.

Mathias era ese tipo de hombre que uno no sabe si es peligroso o simplemente encantador. Hijo de una familia poderosa, educado, siempre impecable… pero detrás de todo eso, había una nobleza que se notaba en sus ojos cuando te hablaba sin pretensiones.

—Ana —me dijo acercándose mientras la canción cambiaba a algo más lento pero bailable—, te ves extraordinaria esta noche. Como para que no te olviden jamás.

Solté una risa que no pude contener. Había algo en su forma de mirarme que me hacía sentir vista, pero no invadida. Valorada, no usada.

—Vamos a bailar hasta marearnos —agregó, ofreciéndome su mano con esa sonrisa que podía romper el hielo más frío.

—¡Siii, Mathias! —le respondí tomando su mano—. Esta noche es para divertirnos. Nada más.

Mientras nos perdíamos entre la gente bailando, podía ver de reojo a Diana y Sofi en su pequeño mundo, riendo, besándose, olvidándose también de todo lo demás. Amor puro. Sin complicaciones.

Y por un momento, solo por esta noche, sentí que quizás yo también podía tener algo así.

Aunque fuera solo por unas horas. Aunque mañana todo volviera a doler.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP