**—Hola.**
La voz era femenina. Segura. Madura. Llena de esa arrogancia sutil que solo tiene alguien que se sabe con poder. No necesitaba presentarse. Bastaba con el tono para reconocerla.
**—Eh… ¿Hola? ¿Quién habla?** —titubeé, sintiendo cómo el corazón se me desbocaba dentro del pecho.
**—No entiendo si él no te dejó todo claro. Vamos a formar una familia. Y, por cierto, ahora mismo se está bañando.**
Y colgó.
Así. Sin más.
Como si acabara de lanzarme al abismo con una simple frase. Las palabras quedaron flotando en mi mente como cuchillas: *una familia… se está bañando… con ella*.
No necesitaba confirmarlo. Era Verónica. Tenía su voz, su veneno, su seguridad.
El celular temblaba entre mis dedos mientras escribía, desesperada.
*"Fabián, por favor, dime que no es cierto. Dime algo. No me hagas esto."*
Visto.
Nada más.
Un minuto después… apagado.
Claro… debía estar con ella.
¿Y si la estaba tocando? ¿Y si la besaba? ¿Y si su piel ya no era mía?
Me tapé la boca para no gritar. La rabia