Inicio / Romance / Señor CEO, su esposa vuelve a casarse / Capítulo: Dar a luz sin un esposo
Capítulo: Dar a luz sin un esposo

En el hospital.

La sala de partos estaba envuelta en un aire sofocante. El olor a desinfectante se mezclaba con el de sudor y sangre, y los gritos de Mayte se elevaban como un eco desgarrador que atravesaba las paredes.

Estaba sola, completamente sola, enfrentándose a un dolor que parecía desgarrarle el cuerpo y el alma al mismo tiempo.

Las lágrimas surcaban su rostro sin control.

—Es casi un parto prematuro —dijo una de las enfermeras con urgencia—. ¡Vamos, mamá, debe pujar! ¡Su hijo ya viene!

Mayte apretó los dientes, las venas de su cuello se tensaron mientras obedecía.

Pujó con todas sus fuerzas, como si cada empuje arrancara un pedazo de su vida.

Gritó, desgarrándose, temblando, sudando hasta empapar las sábanas.

El miedo le nublaba la mente, pero había algo más fuerte que su temor: el amor desesperado que sentía por ese pequeño ser que estaba por llegar.

“Que nazca bien, que esté sano”, rogaba en silencio.

“Yo lo amaré, aunque nadie más lo haga, aunque su padre lo niegue… lo amaré por los dos.”

El dolor la hizo perder la noción del tiempo. Entre sollozos y jadeos, creyó que no lo lograría.

Y entonces, un último grito brotó de su garganta, un grito que parecía un rugido de guerra, y de pronto, el dolor cedió.

Un nuevo sonido llenó la sala. El llanto de un recién nacido. Fuerte, y puro.

Las lágrimas de Mayte se multiplicaron, pero esta vez eran de alivio y amor.

—Ya está aquí, mamá —dijo la enfermera sonriendo mientras levantaba al bebé—. Está sano. Puedes estar tranquila.

Minutos después, le pusieron al pequeño en los brazos.

Su piel rosada, arrugada y suave, su cuerpecito tembloroso, su llanto débil… Mayte lo miró y sintió que su corazón se abría como nunca.

Un amor inmenso se apoderó de ella.

—Te llamaré… Hernando —susurró con la voz entrecortada, acariciando la mejilla diminuta de su hijo—. Hernando, mi vida, mi razón de existir.

Lo acunó, lo amamantó, lo envolvió en ternura.

Aunque estaba sola en ese hospital frío, no se sintió derrotada.

Ahora tenía a su hijo, y con eso bastaba para seguir adelante.

La puerta se abrió.

Milena Montalbán, la abuela, entró con paso firme. Sus ojos se suavizaron al ver al niño.

Lo tomó en brazos y lo alzó, orgullosa.

—¡Es hermoso! Oh, mi querida Mayte, gracias por darme este bisnieto. Me has hecho feliz, más de lo que imaginas. Este niño tendrá un gran futuro, lo juro —dijo con solemnidad, como si pronunciara una profecía.

Mayte esbozó una leve sonrisa, aunque su tristeza seguía allí, clavada en el pecho.

—Te juro que un día mi hijo va a recapacitar —dijo Milena, refiriéndose a Martín, con un dejo de amargura.

—Abuela… creo que es mejor divorciarnos —susurró Mayte con valentía tímida.

—¡No digas eso! —replicó Milena con firmeza—. Si te divorcias, ese hombre quedará sin nada. Y no hablo solo de dinero… hablo de vida.

La mujer se marchó, dejando tras de sí un silencio inquietante.

Mayte durmió al bebé, y luego cayó rendida también.

Pero la calma duró poco.

Un ruido extraño la despertó.

Abrió los ojos lentamente… y lo que vio heló su sangre.

Fely estaba allí, inclinada sobre la cuna, con una almohada en las manos, a punto de cubrir el rostro del niño.

—¡No! —gritó Mayte con un alarido de horror.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP