CAPÍTULO:LA SENTENCIA ES MIA
Punto de vista: Nayara
La plaza sagrada seguía llena, pero el murmullo había desaparecido. El silencio era tan profundo que podía oírse el viento. Y sin embargo, dentro de mí… había un estruendo.
Mi pecho latía como un tambor fuera de control, mi piel ardía, mis piernas temblaban y aún así… estaba de pie. En el centro del juicio, rodeada de rostros que antes me condenaron. Esta vez no bajé la mirada. Esta vez era yo quien sostenía la verdad.
Khael.
Mi padre.
Aquel lobo que me entrenó sin pedir nada, que me miró siempre con respeto, que nunca exigió sumisión… era mi padre. El Alfa legítimo. El hombre exiliado. El que me vio rota y me enseñó a ser fuerte sin saber que la sangre nos unía.
Y ahora lo sabía. Y todo… todo tenía sentido.
La razón por la que su presencia me calmaba. Por qué su voz me hacía sentir segura. Por qué su abrazo me sostenía más allá del cuerpo. Por qué su mirada me devolvía fuerza cuando sentía que el mundo entero me señalaba.
Es