La niebla era espesa en la madrugada, como si la misma tierra intentara ocultar lo inevitable.
Khael Lorenz avanzaba con paso firme por el linde del bosque. El cuero oscuro de su abrigo estaba empapado por el rocío, pero no se detenía.
A su lado, venía Nayara con la cabeza en alto, envuelta en una capa gris que ocultaba sus armas, caminaba con la mirada fija en el horizonte. Atrás, los guerreros de su antigua manada Fuego de Luna los seguían en silencio. Guerreros que fueron enviados a matarlos y al final fueron salvados por ellos. Guerreros que ahora habían jurado lealtad a Khael y Nayara.
El suelo crujía bajo sus pies . La frontera estaba cada vez más cerca.
—¿Estás lista? —preguntó Khael en voz baja, sin detenerse.
Nayara asintió. Su mirada era dura, templada por el exilio ,la traición y el dolor.
—Nunca estuve más lista que ahora.
Khael esbozó una media sonrisa. Ella ya no era la misma loba que había encontrado herida, rota y rabiosa. Ahora era una fuerza.,su igu