La noche era una tinta densa que se cernía sobre St. Jude’s. Después de deshacerse de Ryan con una excusa vaga, Elara regresó al hospital. La llamada, aunque real, había servido perfectamente a su propósito: establecer un límite inexpugnable entre ella y Cassian. El dolor que había visto en sus ojos al ver el nombre de Ryan fue la prueba de que todavía tenía poder sobre él, un poder que utilizaría.
Su objetivo era la oficina privada de Cassian en el ala administrativa, un lugar prohibido para todos excepto para el personal de más alto rango. Elara, ahora oficialmente su asociada, tenía acceso limitado, pero no en esas horas. Utilizó el viejo código de seguridad que Cassian siempre había despreciado por ser "demasiado obvio" – una fecha conmemorativa. Para su asombro, la puerta de acero reforzado cedió con un silencioso clic. Cassian, con toda su autoridad, seguía siendo un sentimental imprudente.
La oficina era un santuario de poder. Paredes de vidrio esmerilado, una vista espectacula