El elegante salón de baile del St. Jude's, reservado para los eventos de la Junta Directiva, no era un lugar para la medicina, sino para la política. Era un estanque de tiburones vestidos de gala, y Elara, con su simple vestido de seda negro, se sintió como un cebo. La invitación había sido obligatoria: Cassian necesitaba que ella fuera visible, una señal de que el escándalo del pasado estaba enterrado bajo su autoridad.—La clave, Elara, es el aburrimiento —le había instruido Cassian esa tarde, con una frialdad despersonalizada—. Sonríe, asiente, bebe agua y no hables de nada que no sea el pronóstico del tiempo.Elara se movía entre los invitados, sintiendo las miradas curiosas que se posaban en ella, la infame exiliada. Buscaba la llave del cajón de Cassian en su mente, pero en la realidad, buscaba algo más. Cualquier cosa. Un archivo, un descuido, una conversación.Cassian se mantuvo exactamente a la distancia prometida. Como anfitrión, vestía un esmoquin que acentuaba su físico im
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