El resto de la cena fue corto y cordial, forzado por la cortesía de los socios de Alex, que hicieron preguntas sobre mi trabajo. Respondí con soltura, sintiéndome respaldada, poderosa. La sensación de ser un fraude se había evaporado porque Alex me había validado públicamente, sin dudarlo, sin pestañear.
Al salir, Alex no me soltó la mano. Su piel estaba caliente, la mía sudaba un poco, y el contraste era una corriente eléctrica que recorría mi brazo.
—Vaya show —susurré, mientras esperábamos el ascensor privado en el lobby glacial.
—No fue un show. Fue una delimitación de territorio. Ella necesitaba saber que no estás en venta, ni a la mitad de precio —dijo, sonriendo de lado.
—Gracias. Me sentí como si estuviera defendiendo mi tesis doctoral ante un tribunal.
—Pues la pasaste con honores, Dra. Smith.
En cuanto las puertas del ascensor se cerraron, la tensión se volvió sexual. Había una urgencia en el aire, el reconocimiento mutuo de que habíamos superado una prueba, y ahora tocaba l