En la camilla, Nathan hizo un esfuerzo para hablar. La camilla se movía, la ambulancia estaba lista en la rampa. Logan, sin soltar su mano, inclinó la cabeza y escuchó con angustia.
—Vete conmigo al hospital —susurró Nathan con voz baja—. Te necesito.
—Voy, voy contigo —contestó Logan, controlando las lágrimas que le ahogaban la voz—. Por supuesto que estaré a tu lado.
Los paramédicos le hicieron una serie de preguntas rápidas: alergias, historia médica, toma de constantes. Collins les ofreció la ficha clínica que la empresa guardaba por protocolo; un detalle administrativo que, en aquel momento, dudaba si sería un salvavidas o una condena. El ascensor bajó y la puerta quedó abierta: la prensa ya estaba afuera en cuestión de segundos. Un fotógrafo atrapó la escena en un flash accidental que alguien subió de inmediato a redes.
— ¿Quién llamó a la prensa tan rápido? — Preguntó Logan.
— Supongo que nunca se han ido — dijo Nathan apretando la mano de Logan ensangrentada. —No voy a dejar