El joven doctor Omega; Lucas Chambers, solo deseaba hacer realidad su sueño de tener un bebé luego de un matrimonio fracasado y una pérdida dolorosa. Él se somete a un procedimiento de reproducción asistida para quedar embarazado, pero, con lo que jamás contó, fue con la inesperada aparición del donante no-voluntario de su exitosa inseminación artificial, el cual demanda formar parte de la vida del bebé que lleva en su vientre. ¿Podrá Lucas superar la adversidad que se materializa en su oficina un día y se hace llamar a sí mismo “el otro padre biológico de su hijo”? Para su mala suerte, Nathan Sallow es un alfa perseverante que no acepta un “NO” como respuesta. Y, como si eso no fuera suficiente, un espeluznante y misterioso Alfa aterroriza a la población del condado, con sus crueles ataques en contra de los desafortunados Omegas que caen en sus garras. ¿Podrá Lucas Chambers manejar la presión de ser el doctor que atiende a las víctimas de «La bestia», a la vez que puede ser una de sus potenciales víctimas?
Leer más✧LUCAS✧
—Es usted muy gentil, doctor Chambers.—Querida, llámame Lucas —dije, en cuanto tomaba la pequeña y delicada mano de la joven Omega que se encontraba en su sexto mes de embarazo. Su nombre era Dahlia, y al igual que yo, era una Omega con un lazo roto. Pero, la crucial y desafortunada diferencia, era que ella debía luchar con los efectos que el rompimiento del vínculo producía en su cuerpo, a la vez que este desarrollaba una nueva vida en su interior. De forma inconsciente, llevé una mano hacia la pequeña cicatriz bajo el cuello de mi camisa. A veces, aún podía sentir una ligera picazón en ese lugar en el que alguna vez llevé con orgullo la marca de mi alfa. Sí, solía ser un Omega ingenuo y estúpido por partes iguales. Pero, como dicen: “De los errores se aprende”. Y a mí, me tocó aprender de la manera más dura. Dahlia se puso de pie, y, sin vacilación, extendió sus brazos hacia mí para un abrazo repleto de cariño y gratitud. Le devolví el gesto, y una sonrisa afable se dibujó en mi rostro. —Nunca me cansaré de agradecerle todo lo que ha hecho por mí, si no fuera por usted, probablemente mi bebé y yo jamás habríamos tenido una oportunidad —mencionó ella, antes de apartarse con una pequeña sonrisa en sus labios.Mi mirada se tornó nostálgica al recordar en qué condiciones llegó a mi clínica hace tres meses. Ella era una pequeña Omega de diecisiete años que apenas podía mantenerse en pie. Se tambaleó hasta la puerta, apenas diez minutos antes de que Amelia y yo nos dispusiéramos a cerrar el consultorio. Su Alfa había roto el lazo al marcar a otra Omega en una fiesta horas atrás.Dahlia, para ese entonces, apenas comprendía lo que estaba sucediendo a su alrededor. El dolor generalizado en cada extremidad de su cuerpo, y la forma insistente en la que rascaba su marca —al grado de hacerse daño— me permitió hacer el diagnóstico, en cuestión de un par de minutos. La ansiedad y el estrés por el que atravesó en los días posteriores, hicieron complicada mi labor de alimentarla y mantenerla con vida. Pero aquí estaba ella; fuerte y centrada por su bebé. Comprendía a la perfección ese sentimiento. —Es hora de que me vaya, nos vemos en un par de días, Doctor —mencionó, antes de dar media vuelta y dirigirse a la puerta. —Recuerda tomar todos tus suplementos, ¿de acuerdo?Ella asintió y se marchó con un paso firme y sereno. Como médico, y como Omega, me sentía muy orgulloso de ella.Mi día auguraba buenas noticias y pensamientos felices, hasta que…—¡Señor, espere! ¡No puede pasar sin ser anunciado!Me puse de pie, apenas escuché los gritos de mi secretaria.Los escándalos de ese tipo no eran comunes en el pequeño consultorio de un doctor de medicina general como yo. De vez en cuando, se podían escuchar fuertes quejidos de dolor, pero eran mis pacientes quienes los provocaban.Ansioso —debido a mi actual estado— me disponía a dirigirme a la puerta, cuando de repente, alguien irrumpió en mi oficina como un torbellino.Un sujeto: alto, de cintura delgada y hombros anchos, se acercó a mi escritorio en un par de zancadas.Mi política de puertas abiertas me había jugado en contra, ya que me encontraba completamente desprovisto de una barrera entre el extraño y yo. El hombre despedía un fuerte aroma a Cedro que me resultó curiosamente familiar. La fragancia era tan intensa, que no tuve más opción que tapar mi nariz con un pañuelo. Era un alfa. Uno muy enojado.¿Qué rayos hacia un alfa en mi clínica sin una cita previa? Escaneé al sujeto de pies a cabeza en busca de alguna señal de que necesitara ayuda urgente, pero no parecía herido.Él lucia bastante saludable, incluso, vestía muy elegante. Su cabello era negro como la tinta y se encontraba perfectamente peinado, cada cabello en su lugar. Sus ojos grises y penetrantes hallaron su camino hacia los míos como dos afilados puñales imposibles de ignorar. La mirada fulminante a la que me vi sometido inundó mi mente con ideas locas y poco alentadoras.¿Ese alfa iba a atacarme?¿Por qué? Mi estado actual no era llamativo para alguien de su casta. —¡¿Qué rayos le pasa?! —Gritó Amelia furiosa—. ¡Llamaré a seguridad!El sujeto que se encontraba de pie a su lado era dos veces más grande que ella, pero eso no la desanimó. Amelia se interpuso en el espacio que nos separaba, y lo apuntó con un dedo amenazante.—¡Ten mucho cuidado, lunático! Soy cinta negra en Taekwondo.—Amelia, ven aquí conmigo, por favor —murmuré, aterrado con la idea de que ese hombre le hiciera daño.Mi temeraria secretaria —una preciosa beta de ojos marrones— agarró su melena castaña con una liga mientras balbuceaba amenazas con un lenguaje soez de camionero. El sujeto no lucía para nada impresionado. —No me iré de aquí hasta que hable con Lucas Chambers.El tipo dirigió su mirada hacia mi vientre abultado. Sus ojos, los cuales solo un par de segundos atrás eran fríos y afilados, de repente se ampliaron en reconocimiento.Si se lo preguntan, no, no estoy gordo...Soy un Omega que atraviesa su sexto mes de embarazo, pero por supuesto, aquel sujeto ya lo sabía.NATHANLucas lucia glorioso mientras sostenía a nuestro bebé entre sus brazos. Su rostro inflamado por el llanto empezaba a recuperar su color natural. —¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Me preguntó.—Ha pasado más de una semana desde que te intervinieron, la cesárea fue inevitable considerando tu condición crítica, cielo.Lucas asintió quedadamente.—¿Qué sucedió con… ese hombre? —su voz tembló un poco al mencionar a “La Bestia”. Lo observé con tristeza, recordando todas aquellas sensaciones que aún me causaban pesadillas por las noches. Apreté los labios en un gesto involuntario. «Odiar» era una palabra muy poderosa, así que no la utilizaba a la ligera, pero, a ese maldito sí lo odiaba. —No sobrevivió, pero, por ahora, es mejor que no pienses en ese tema, ya hay alguien haciéndose cargo del caso…Fue el turno de Lucas de mirarme con preocupación. Sé lo que piensa. Él no sabe como sacar a colación el nombre de mi padre y su participación en todos los crímenes contra los Omegas
LUCASLa oscuridad era aterradora. Podía sentirla arrastrándome hasta el fondo de un vacío vicioso, si no fuera por la punzada que sentí en mi vientre, jamás habría abierto los ojos.Los párpados me pesaban, tal y como si estuvieran atados a un par de bloques de concreto, pero, cuando conseguí abrir los ojos, fui recibido por el color blanco más estéril que hubiese visto en mi vida. Junto a mí, el sonido incesante de una máquina de signos vitales fue mi saludo de bienvenida.Mis manos se posaron sobre mi vientre por inercia.Pero algo había cambiado…Algo era extraño…Algo hacía falta…Mi corazón se saltó un pálpito o dos… mientras las yemas de mis dedos frotaban aquel lugar donde debía encontrarse mi pequeño bebé.Bajé la mirada para corroborar si la horrible sensación en mi cuerpo era real. Y lo confirmé. Mi enorme vientre había desaparecido.Las lágrimas empaparon mi rostro contraído por el dolor.—¿Dónde está? —Murmuré con un hilo de voz—. ¿Dónde está mi cachorro?Intenté reincor
NATHANLos disparos resonaron en el aire una vez más, acabando de lleno con mi cordura.Mi corazón dio un salto en mi pecho mientras observaba cómo un par de sombras emergían de la casa.Una de ellas estaba siendo arrastrada, obligada a dar pasos inciertos, y mi corazón se hundió al reconocer a Lucas.La furia y la angustia se apoderaron de mí en un instante. Sentí una oleada de calor recorrer mi cuerpo, y mis ojos se tornaron amarillos, revelando al lobo pura sangre que habitaba dentro de mí. Sin pensarlo, sin racionalizar, corrí hacia el imbécil que se había atrevido a llevarse a Lucas de su casa, y lo hice a una velocidad sobrehumana.Cada paso que daba resonaba como un trueno en la noche silenciosa. La adrenalina corría a borbotones por mis venas, nublando todos mis pensamientos excepto uno: llegar a tiempo para salvar a mi querido Omega y proteger al pequeño cachorro que crecía en su vientre. Mi corazón latía con una furia igual a la de un lobo en su caza, y mis sentidos se agudi
—Necesitamos toda la ayuda que puedas ofrecernos —dijo Jude, quien estaba a mi lado en la oficina del comisario.—Jude, amigo, sabes que dirigir una comisaría es un trabajo que requiere un accionar coordinado porque nos llegan al día entre dos o tres situaciones que requieren nuestra atención. Ya me informaron que hay un agente a cargo del caso del Omega embarazado. Tenemos otros casos pendientes así que no podemos poner a disposición de tu amigo todos nuestros recursos dejando de lado a otros ciudadanos. Ayer asesinaron a un Alfa en un bar, y a otros dos murieron en un accidente de tránsito.La calma con la que hablaba estaba comenzando a encender mi furia. Su tono de voz insinuaba que encontrar a Lucas no era una prioridad debido a su condición de Omega. Y eso explicaba por qué un desalmado como "La Bestia" seguía libre en las calles.Apreté los puños con fuerza y clavé mi mirada en el comisario con una intensidad abrasadora. El comisario era un Alfa común, por lo que se sintió incó
LUCASLos estridentes gritos, cargados de enojo, me sacaron de los brazos de Morfeo. De repente, me encontré en el suelo, acurrucado, dándoles la espalda a las dos personas que discutían acaloradamente al otro lado del pasillo.—¡Maldición! ¿Qué te pasó por la cabeza al traer a este Omega aquí? ¿Tienes idea de quién es?Esas palabras rompieron la niebla en mi mente. Mis recuerdos eran un caos, pero al menos sabía lo que estaba ocurriendo, aunque no tenía ni la menor idea de dónde me encontraba. Un escalofrío de horror recorrió mi cuerpo.No tenía ni idea de cuándo perdí el conocimiento, pero ahora estaba en ese rincón, siendo el espectador silencioso de una discusión que no hacía más que confundirme. El miedo me tenía atrapado en una pesadilla interminable.—Recuerde que fue usted quien me pidió encontrar a un Omega embarazado. Tanto usted como sus amigos querían algo diferente a los jóvenes Omegas de siempre —murmuró el hombre con frustración, su voz rebosante de rabia—. Lo he estado
NATHAN.—Rob, no olvides mi impresora y la laptop vieja que guardo en el tercer cajón de mi despacho —le recordé a mi joven asistente mientras continuaba empacando cajas con la eficiencia que siempre lo caracterizaba.Hoy, sentía un alivio especial. Finalmente, estábamos haciendo realidad mi decisión de trasladar mi lugar de trabajo a la casa de Lucas. Estar cerca de mi Omega, especialmente ahora que se encontraba en las últimas semanas de su embarazo, era crucial para mi tranquilidad y la suya.La tarde descendía sobre nosotros, y el sol arrojaba sus últimos destellos de calor antes de desaparecer en el horizonte. Casi habíamos terminado de empacar cuando recibí esa llamada.Era Julie.Un sobresalto recorrió mi cuerpo al ver su nombre en la pantalla. Julie rara vez me llamaba, a menos que fuera una emergencia relacionada con Lucas. La ansiedad me inundó mientras contestaba la llamada, y mi voz temblaba, presagiando lo peor.—¿Julie? ¿Qué sucede? —pregunté, tratando de ocultar mi crec
Último capítulo