La oficina de Nathan estaba bañada por la luz de la mañana que se filtraba a través de los grandes ventanales, iluminando los folletos y los bocetos esparcidos sobre su escritorio. Nathan se encontraba concentrado, revisando cada detalle de los arreglos de la colección que había hecho Logan en cuanto a: colores, texturas, cortes y los pequeños elementos que él sabía que harían la diferencia.
— Tienes a un diseñador oculto, mi amor — murmuró Nathan inconsciente.
La puerta se abrió de golpe, y una figura familiar apareció en el marco: Nara.
Al verla, Nathan se puso de pie de inmediato, recto, cuando ella llegó a él, le dio un beso rápido en la mejilla, acorde a la formalidad que intentaba mantener.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó Nathan, con sorpresa en la voz—. No teníamos ninguna cita.
—Nathan, ¿en serio tengo que tener una cita para venir a ver a mi futuro esposo? —respondió Nara con una sonrisa coqueta—. Además, quería verte, hablar contigo y contarte que me reuní con mi