Vampiros. Lucifer. La Muerte. ¿Qué tienen ellos en común? Ah, sí… Son considerados "monstruos", ¿verdad? Humanos. Ángeles. Arcángeles. ¿Y ellos qué tienen en común? Oh, por supuestos. Ellos son los "buenos", ¿cierto? Sin embargo, aquí todo puede pasar. Porque los monstruos tienen corazón y se pueden enamorar. Y se pueden enamorar de los buenos. Después de todo, el amor transciende más allá de las creencias y mitos populares. El amor traspasa cualquier barrera e incluso hasta los monstruos también pueden amar. Y cuando aman, lo hacen con todo el poder de su oscuro y negro corazón... ***** Obra registrada en Safe Creative. No se permite copia total o parcial. Ante cualquier tipo de plagio, se tomarán las medidas necesarias. Todos los derechos reservados ©.
Leer más—Estamos reunidos aquí para dar comienzo con el... —calló cuando un estridente sonido se oyó de pronto.
En medio de una nube de polvo, se escuchó un gemido lastimero. Miró de soslayo a sus invitados y se percató de lo que posiblemente había ocurrido, aunque él era el único que no lo entendía.—¡Ay, por un demonio!Eso... Bueno, por las muecas que podía divisar dentro de su campo de visión, digamos que no fue bien recibido.Alguien carraspeó y supo que debía o tenía que hacer algo, pero dadas las circunstancias, no tenía idea de qué.—¿Señor? —acotó alguien y giró la cabeza hacia la voz—. Creo que debe y tiene que hacer algo, Señor.—¿En serio? —preguntó y arqueó una ceja—. ¿Qué debo hacer?—Bueno, eso depende —Leyó confusión en la mirada ajena y se preguntó si él tendría una similar—. Usted es el gobernante, Señor, debe saber y...—De hecho, no, no lo sé —replicó sincero.—¡Necesito ayuda aquí! —exclamó el intruso—. ¿Alguien?—Creo que lo llaman, Señor —comentó alguien frente a él.Observó estupefacto a cada uno de los presentes. Todos tenían los ojos puestos sobre él, solo... aguardando por lo que fuera que tenía o debía hacer.—¿Qué es lo que tengo que hacer? —cuestionó, en tono bajo, a todos y a nadie a la vez.—Es evidente, ¿no? —imperó altivo uno de sus, ¿secuaces?, o algo así, apuntando hacia la nube de polvo que ya comenzaba a disiparse.—Oh —profirió asintiendo—. Ya veo. ¿Lo quieren para la cena?—¡No soy comida!Arqueó ambas cejas y dejó que sus ojos vagaran hasta la figura difusa del intruso.—Dice que no es comida —imperó, con toda la parsimonia del mundo—. Uh-oh… Pregunté en voz muy alta y eso lo escuchó —objetó y apuntó con un dedo a eso que se removía lentamente.—Vaya de una vez, Señor —pidió otro de sus invitados.Asintió, sin mirar a nadie. Se irguió del trono y con pasos lentos, se acercó hasta alcanzar a ver mejor a aquello que aterrizó sobre uno los montículos de tierra.—¡Ay, sí que eres horrible! —Frunció el ceño y se miró a sí mismo, lucía igual que siempre o al menos así lo recordaba desde que... —. Podrías, no sé, como, ¿modificar tu apariencia? Es decir, ya sabes, adoptar una figura menos espeluznante.—¿Puedo hacer eso? —preguntó-musitó, inclinándose un poco hacia abajo, como si fuera un secreto.—¿Qué? —Enderezó su cuerpo y, dudoso, tendió una mano—. Oh, al fin.Cuando la mano ajena se ciñó a uno de sus dedos, tiró hacia arriba y pudo distinguir completamente al intruso. Vaya, esto era...—Gracias, pero en serio, podrías... —El intruso lo soltó y lo señaló completo—. Créeme, eres horrendo con esas cosas encima de tu cabeza y esos rasgos tan monstruosos y ni hablar de eso que se mueve de un lado al otro como si fuera el rabo de un perro.Se llevó una mano hacia la cabeza y se palpó las astas puntiagudas. Por instinto, o no, movió de un lado al otro el largo apéndice que sobresalía de su, bueno, partes traseras.—¿En serio luzco feo? —Oyó un gruñido masivo proveniente de la gran mesa, eran sus invitados—. Nunca cuestioné sobre cómo debo lucir. Sin embargo, me puse esto, ¿ves? —Palpó el corbatín alrededor de su cuello—. La reunión es formal y...—Ay, por amor a la paciencia —murmuró el intruso y luego pasó por su lado, como si nada, como si fuera un invitado más—. ¡Oigan!, ¿alguien me puede decir qué es lo que le sucede?—Hace tres horas despertó de su siesta —replicó alguien.Se miró las manos, negó sutil con la cabeza, se encogió de hombros y giró sobre sí. Tenía que regresar a su trono y continuar con la reunión.Una vez cómodamente sentado, notó al intruso de pie al otro extremo de la mesa. No tenía idea de qué hacer ante semejante situación.—Muy bien, escuchen todos —habló el forastero, mirando a cada uno de los presentes hasta detener los ojos sobre él—. Estoy seguro de que todos saben la actual situación que estamos teniendo —Los murmullos nacieron, pero el extraño continuó—: No debieron dejar que durmiera tanto. ¿Cuánto fue esta vez?Los murmullos fueron acrecentando. A su percepción, todos parecían conocer al intruso o algo así.—La siesta duró más de lo previsto —respondió uno de los presentes.Bueno, eso era evidente. Se sentía relajado.—¿Cuánto? —preguntó el intruso.Apoyó un brazo sobre la superficie de la mesa y con la uña del dedo índice comenzó a dibujar una carita feliz.—Diez siglos —respondió alguien.Levantó la cabeza cuando un gutural gemido acaparó la estancia. Era del intruso. A juzgar por el rostro de dicho intruso, dedujo que no estaba contento de haber oído la respuesta.—Un milenio —Lo apuntó con un dedo—. ¡Dormiste una siesta de mil años!—Eh, ¿sí? —acotó, y vio por el rabillo del ojo la carita feliz que dibujó. Era una obra de arte.—¿Te das cuenta de lo que significa haber dormido tanto? —Era tan raro que el forastero le hablara como si lo conociera. ¿Lo hacía? Pero negó apenas con la cabeza a la pregunta—. Era de esperarse y, por favor, modifica tu apariencia.—No sé cómo hacerlo —susurró—. Y me agrada como me veo.—De acuerdo, mírame y aprende —indicó el intruso.Asintió y observó atento al intruso; de hecho, pudo captar que todos los presentes estaban haciéndolo. Todos miraban hacia el intruso…Ser el único mortal en medio de siete inmortales no es tarea sencilla… No, en serio, no lo es, pero mentiría si pensara que no le agrada pasar tiempo con dichos inmortales. Siete hermanos que representan, eh, ¿cómo decirlo sin ser suspicaz?, bueno, los siete pecados capitales. Zamiel, Zeth, Nick, Samael, Oriel, Azarel y Sariel. Todos ellos vampiros con más de 500 años y él, bueno, un mero mortal con un pequeño secreto que está a punto de revelar, pero no nos adelantemos.Cada cierto tiempo, mucho tiempo de hecho, el Creador escoge una pareja al azar que está a punto de convertirse en padres y le otorga un regalo al futuro bebé: una pizca de la Gracia Celestial. El alma de este bebé será eternamente pura y bondadosa… Libre de cualquier mal y de pecados. El bebé crecerá como cualquier ser humano y solo cuando se convierta en adulto ese regalo del Creador se reflejará en sus acciones. La misión es simple: ser la chispa de luz de la oscuridad.Y el tiempo transcurre y ese bebé hoy día es
Ser el mayor de siete hermanos tenía sus grandes ventajas, como ser el más fuerte, el más veloz, el más poderoso y el más atractivo. Nadie podía compararse con él. Era, en simple palabras, magnífico, magistral. Sus poderes no tenían límites y podía emplear cualquier artimaña que quisiera y conseguir lo que quisiera. Había conseguido conquistar al humano más bonito de la faz de la tierra y solo bastó una mísera mirada para que dicho humano cayera bajo sus encantos. Y no, no había utilizado sus artimañas, lo cual era decir algo, ¿verdad? Bah, nimiedades apartes. No podía quejarse, no cuando no tenía ningún motivo para hacerlo, aunque… No, de hecho, tenía muchas quejas porque sus hermanos pasaban de él y a veces lo sacaban de quicio. El mayor problema lo tenía con Zeth, porque claro, Zeth andaba rondando siempre cerca de su pareja. Sin embargo, por mucho que le costaba admitir, su misma pareja le había dicho que ayudaría a Zeth a superar su “supuesto enamoramiento”. A regañadientes lo ac
Se relamió los labios y sonrió, dejando a la vista sus puntiagudos y afilados colmillos, mientras se acercaba hacia su próximo, eh, bueno, polvo de turno. Su sangre parecía lava recorriendo por sus venas, al menos así estaría por los próximos minutos, antes de que el efecto caliente pasara y no sintiera nada más que el frío recorrer su cuerpo. Esto último estaba bien, era un vampiro después de todo. Se había alimentado hacia nada y debía aprovechar el momento.Se encontraba demasiado excitado y más que necesitado y el delicioso aroma que le llegaba a su nariz solo incrementaba sus instintos sexuales. Ah, no había nada más increíble que el placer de follarse a todo lo que se moviera, pero su preferencia siempre se inclinaba a los hombres mortales. Oh, sí, poder enterrar su duro y grueso pene hasta la empuñadura en un culo apretado y oír los gritos de placer del chico de turno mientras…—Ni se te ocurra ir detrás de alguno de ellos —Rodó los ojos y bufó algo por lo bajo, volteando en to
Había tenido un pésimo día… Bueno, no… Una pésima noche y no estaba de humor para soportar la locura colectiva de sus hermanos. Y por si eso fuera poco, ahora también tenía que soportar a la pareja de Zamiel dándole un discurso sobre “cuidado de la salud” a su hermano Oriel. Es que era el maldito colmo de todo. Si su hermano Oriel tenía un “desvío” alimenticio, ese no era asunto de nadie más que del mismo Oriel, pero claro, todo el mundo quería opinar sobre el estilo de vida del otro.Exhalando un suspiro, Azarel dejó que la rabia se asentara dentro de sí y pensó en todo lo que le había ocurrido hacía solo unas pocas horas antes. Todo había ido como cada noche, saliendo de cacería y disfrutando de las pequeñas cosillas que el mundo exterior siempre tenía reservado para él. Sus hermanos y él fueron a uno de los tantos bancos de sangre —dichos bancos de sangre eran parte del patrimonio familiar, muchas gracias—, se alimentaron y tuvieron una de esas tantas noches un poco alocadas, sobre
Ay, por todo el reino de Lucifer… Lo había hecho otra vez… Bueno, no es como si tuviera toda la culpa; es solo que no podía desperdiciar semejante manjar. Además, si tenía en cuenta que sus hermanos ya se habían saciado, él no era quien para hacer la vista gorda. Ahora que lo pensaba, era un poco extraño que sus hermanos se conformaban con tan poquito. Él no podría, de eso estaba seguro. Siempre quería más y más, nunca tenía suficiente y nunca podría cansarse de…—¿Dónde está todo el mundo? —Pestañeó en torno a Nick y se encogió de hombros—. Por lo que vale. Acabo de comprar un barrio privado en Nueva Orleans. Mi propio barrio privado y…—A Zami no le gustará eso —espetó una suave voz.Oh… La dueña de tan melodiosa voz no era otro que la pareja de su hermano mayor, Zamiel. Siendo honesto, a veces creía que ese chico debería estar loco para estar y pasearse en una mansión llena de vampiros, sobre todo si dicho chico era un humano. Lo cual también significaba comida fresca y exquisita.
Negó con la cabeza varias veces cuando se dio cuenta de que el valor de las acciones estaba cayendo. Esto no podía estar pasado, no cuando hacía solo unos minutos él había invertido una gran suma de dinero en dichas acciones. ¿Qué carajo estaba ocurriendo en Wall Street? ¿Qué estaba haciendo el corredor de bolsa? No, no y no. Necesitaba que esas acciones volvieran a estar en la cima, que tuvieran un valor mucho más alto que…—¿Qué estás haciendo, Zeth? —Rodó los ojos. Era el colmo que no pudiera centrarse por culpa de sus queridos hermanos—. Aléjate de mi pareja.—Solo estábamos conversando, Zami.Nick miró en torno a la misma disputa entre Zamiel y Zeth. Siempre era la misma historia. En serio, no entendía como sus hermanos podían estar todo el bendito día… Bueno, toda la bendita noche discutiendo por nimiedades cuando bien podrían estar buscando junto a él la manera de ganar más dinero.Nick era el único que se “preocupaba” por las finanzas de todo el mundo, incluyendo sus propios g
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