LÍA
¿Cómo era posible que se podía pasar de la euforia a la decepción en cuestión de horas?
Me quedé sentada en mi escritorio, con la vista fija en la pantalla del teléfono como si pudiera retroceder el tiempo o, al menos, despertar de esa pesadilla. La foto seguía ahí, cruel, insidiosa, clavada en mi retina. Dalton besando a Vivianne, con una pasión que en ese instante me pareció demasiado real para ser una simple manipulación. Sentí que el mundo giraba, pero sin mí, como si me hubieran arrojado fuera de mi propia historia.
La noche pasada todo había sido tan mágico entre los dos. . . Tan perfecto. . . Era mi culpa, no había otra explicación. Era mi culpa porque él me había dicho que esto era de mentiras.
El murmullo de la oficina era lejano, difuso. Todo sonaba a eco. Me levanté despacio, fingiendo buscar algo en el baño, y apenas crucé la puerta me dejé caer sobre el lavamanos. El llanto fue silencioso, pero intenso, de esos que aprietan el pecho y duelen hasta el alma. Me sentía u