DALTON
El mundo se detuvo al escuchar las palabras de Lía. Detuve mis pasos porque no podía caminar y la vi a los ojos durante un instante de silencio entre los dos. Sentí un pesar en el estómago porque lo que ella estaba viviendo en esos momentos era fuerte. Había preferido pasar hambre, frío, carencias básicas a vivir la vida con un criminal.
Sus palabras , “Yo huí de mi casa porque me querían casar a la fuerza con un criminal,” se quedaron flotando en el aire, como una confesión que me golpeó la cara con un puñetazo. Por un segundo, pensé que no lo había escuchado bien. Pero la forma en la que Lía sostenía mi mirada, tan frágil y tan valiente a la vez, me dejó sin respiración.
No era una broma. No era parte del juego. Era su verdad más dolorosa y me sentía un imbécil por haberme aprovechado de eso sin saberlo ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Por qué no me lo contó cuando le pregunté? Me quedé en silencio, intentando buscar algo, cualquier cosa, que pudiera decir para aliviarle el pes