LÍA
Mi vida se había convertido en una telenovela de horario estelar y, para variar, yo era la protagonista con más traumas que finales felices. No era de esos traumas que se resuelven con terapia, sino de aquellos con los que debía actuar. Había sobrevivido al día con el corazón en la garganta, jugando a la asistente eficiente mientras por dentro era un manojo de nervios y secretos.
Ya estaba pensando en escaparme cinco minutos al baño a llorar en paz, cuando vi el ramo de flores sobre mi escritorio,. . . Y se me quitaron las ganas de llorar con fuerza. No era cualquier ramo, era uno escandaloso, alegre, lleno de colores y de vida. Había girasoles, gerberas, y hasta una ramita de lavanda que olía a domingo de verano.
Tan colorido, tan yo. Me acerqué con curiosdad y entre los tallos encontré una tarjeta. La saqué, con el pulso temblando como si estuviera a punto de desactivar una bomba.
“Tú y yo tenemos una cita en el cine, la clase del día es la confianza.”
Sonreí con una de esas sonr