Hizo otra pausa y sus pulmones recuperaron el aire de inmediato
—Y ni te hagas la víctima, porque tú también le has disfrutado, o ¿no? Quién mierda sabe cuántos cientos te habrán follado antes y vienes a hacerte la inocente conmigo. Yo sé reconocer a la clase de mujeres como tú.
Sus intensos ojos la miraron con más resolución, notando cómo se quedaba callada, las lágrimas le caían sin detenerse, su cuerpo se deshacía en temblores y aún seguía mirándole con esa especie de trance, como si estuviese viendo a una bestia en alguna sanguinaria pesadilla.
—El cuento se acabó, ahora lárgate desaparece de mi vista lo más pronto que puedas.
Daniel cerró los ojos durante un breve momento y cuando los abrió, vio que Serena seguía ahí, apretando las mandíbulas con su rostro pálido y sin expresión. No, no podía aguantarlo más, no podía, simplemente no podía. Su cuerpo se precipitó hacia adelante en un ataque de desesperación, con sus gruesas lágrimas mezclándose con su propia saliva y su cuerpo rom