—Yo prefiero almorzarte a ti, tú eres más deliciosa —Daniel hizo presión en sus cuerpos y sus manos descendieron hasta su trasero, aprisionándolo, mientras sus labios volvían a su oído, acariciándola con tono seductor —Más dulce, más suave, más a mi gusto.
Serena soltó otra risa suave y abrió los labios para decir algo, pero sus ojos se quedaron quietos en un punto fijo y su expresión se suavizó mucho más.
—Daniel, mi abuela…
—Ya sé que tu abuela está acá, pero la vemos luego en el almuerzo.
—Daniel, mi abuela está acá.
—Lo sé, bonito, la vemos después —sus manos se aseguraron en su cuerpo y su boca succionó lentamente su cuello — Ven conmigo un rato.
Ella sonrió con las mejillas coloreándose e intentó soltarse de sus brazos.
— Daniel, mi abuela está ahora aquí.
Daniel la soltó y se volteó para encontrarse con una delgada mujer y con la rabiosa mirada de su hermana, que corría hacia ellos con prontitud.
—¡Serena, ven acá, hazme caso y deja a ese perro con sus calenturas! —se aferró al