Daniel se volvió para enviarle un intento de mirada destructora y el gato aprovechó para salir corriendo con su reluciente collar balanceándose alrededor de su felpudo cuello y refugiarse entre las piernas de Serena, echándose ahí para dedicarse a tomar una siesta.
—Tiene que quedar perfecto, porque tú vas a ser el centro de atención. El del perro no importa, da igual cómo se vea. En cambio, el tuyo es lo más importante
Abandonó la cocina y rió al ver a Serena siendo rodeada de diferentes cintas métricas por una mujer de mediana edad, que tomaba medidas con absoluta concentración de cada parte de su cuerpo. Se quedó mirándola y sus ojos se tocaron enseguida, al igual que sus enamoradizas sonrisas. Simplemente, nunca podría dejar de mirarla.
Nunca.
Salió de sus pensamientos cuando los brazos de Emily le cayeron encima.
—¡No estorbes, Daniel!
—¿No puedo mirar?
—¡No!— intentó empujarlo, pero él la agarró de la cintura con facilidad, riendo al envolverla en un abrazo —Suéltame, idiota, no