—Y así he seguido estando y como los señores se volvieron más poderosos, tenían muchos tipos que les hicieran las cosas y recién podían darse el tiempo de venir a ver a sus hijos. Y claro, no les gustó el hijo que tenían y ahora dicen que hago mucho griterío, pero... ¿saben? — contuvo la respiración para que su voz no se quebrara, pero poco logró y no le quedó más que enfrentarlos de esa manera—. Ustedes no pueden culparme, porque nunca han estado conmigo. Ni un maldito momento.
Sus ojos se centraron en su padre y lo encontró revolviendo unos papeles entre sus manos, sin prestarle la más mínima atención, al tiempo que su madre tenía una expresión pálida en el rostro y se arreglaba la blusa, desviando su mirada de la suya.
—Oh, por si se preguntan si alguna vez los necesité, déjenme decirles que sí. Los necesité mucho, tanto...que llegué a llorar muchas noches porque no tenía a quién contarles mis problemas, pero mi necesidad por ustedes se acabó tan pronto como empezó.
»Porque empecé