—América —dijo Jader apenas la vio bajar las escaleras. Se acercó con una sonrisa medida y le dio un beso en la mejilla—. ¡Qué bella estás!
América no respondió de inmediato. Cuando lo conoció en aquella fiesta, pensó que podía ser un buen amigo. Pero ahora, sabiendo que sería su "primera vez", aquel pensamiento se desmoronaba. No era que fuera feo; al contrario, era guapo, con un aire despreocupado que muchas encontrarían encantador. Pero no era su tipo. No le gustaba. Y Larissa, por más que intentara convencerla, no lo comprendía.
Había algo en Jader que no terminaba de cerrarle, y su intuición —esa que nunca le fallaba— le gritaba que tuviera cuidado.
—Ya sé que soy bella —respondió con tono ácido—. ¿Qué querés?
—Quiero invitarte a una tarde de piscina. ¿Qué decís? Así aprovechamos para hablar de la boda con mi papá. Él dice que nosotros arreglemos todo y que él solo se va a presentar como si fuera a firmar cualquier contrato. Está muy ocupado.
América soltó una risa breve y hueca.