—Una botella de vino Rouge, por favor —pidió Jader con naturalidad.
—Yo quiero una piña colada —dijo América sin titubear.
—América, pedí una botella. Es para los dos —aclaró él, como si su decisión fuera una obviedad.
Ella lo miró, conteniéndose.
"Ahí está. Demostrando que siente que no tengo derecho a elegir. Porque él paga. Porque él decide."
—Pues no quiero vino —le respondió, visiblemente fastidiada—. Quiero piña colada. ¿Tenés algún problema con eso?
El joven camarero los miró con discreción, incómodo ante la tensión. Para América era un momento insignificante para cualquiera, pero no para ella. Estaba harta de que eligieran por ella incluso lo que iba a beber. Bárbara decidía hasta lo que comía. Ya no era el momento de sacar las garras, pero el cansancio le brotaba por la boca antes de que pudiera contenerlo.
—No, claro que no tengo problema —respondió Jader con una sonrisa apretada. Luego, se dirigió al camarero—. Que sean dos piñas coladas.
El silencio entre ellos se volvió d