Azzura
Constantino consiguió sembrar la semilla de la curiosidad. De una vista, ellos reconocieron el arte de Bal.
No entiendo.
Lo he mirado, pero no encuentro su sello.
El granuja se apoya en sus antebrazos y me observa con esa cara de canalla. Se incorpora, sentándose a horcajadas en mi cuerpo. Su peso se siente, al igual que su evaluación. Tengo la camisa enrollada desde que empezó a darme placer con su lengua poderosa, y sus ojos repasan mi cuerpo a su merced. Él me hace sentir valiosa con su expedición. Ser mirada por el Biondo Diavolo es elevarte a la décima potencia.
Me siento poderosa.
Invencible.
En silencio, se escapa. Se baja de la cama y va a parar al tocador con espejo, justo a la derecha de la cama. Mis ojos se desvían a la curva de sus nalgas y se me antoja morderlas. Ahora entiendo a Bal cuando me mordió la mía. Despego mis ojos de su trasero y me fijo en su espalda. Joder, no recuerdo ese tatuaje. Me arrastro en el colchón y corro hacia él. Toco su piel; Bal me mira po