El aire seguía cargado de una tensión palpable, como si todo el mundo estuviera esperando el próximo movimiento. Los restos de la batalla aún permanecían en el aire, la huella de la violencia apenas borrada por el viento. Había algo diferente en el ambiente desde que la manada había sobrevivido al ataque. Las cicatrices, tanto las visibles como las invisibles, estaban aún frescas, y el mundo que habíamos conocido se sentía… frágil.
“Rehacer lo que se ha roto no es tarea fácil”, me repetía una y otra vez mientras caminaba junto a Kian, recorriendo el campamento reconstruido, donde algunos de los miembros de la manada ya comenzaban a organizarse. A pesar de la aparente calma, la sensación de peligro seguía al acecho. Los ojos de todos nos observaban, esperando que lideráramos el cambio, que les devolviéramos la estabilidad. Pero ¿y nos