Las semanas pasaron, y con ellas, un cansancio que se iba acumulando en mi cuerpo. Sentía la necesidad de entrenar más duro, de estar lista para cualquier cosa que pudiera venir, aunque no tenía ni idea de lo que eso significaba. La amenaza de la manada rival nunca desaparecía, y ahora, también sentía la presión de mi relación con Kian, un peso que no podía ignorar. Si bien nuestros momentos juntos me daban consuelo, también me llenaban de miedo, una sensación constante que no podía sacudirme. Me encontraba atrapada entre el deseo de estar con él y el temor de lo que eso podría significar para mí.
Estaba en el gimnasio, golpeando el saco de entrenamiento con furia, mi respiración acelerada y el sudor cayendo por mi cuello. Quería sentir que tenía el control, que pod
El silencio en la cabaña era sofocante. Afuera, el viento agitaba las ramas de los árboles, como si la naturaleza misma reflejara el torbellino de emociones que había dentro de mí. Kian estaba sentado al borde de la cama, los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Su mirada permanecía fija en el suelo, pero podía sentir la tensión en su cuerpo.Yo también lo sentía. Desde el último ataque de la manada rival, el miedo se había arraigado en mi pecho. Pero no era solo el temor por mi seguridad. Era el miedo a perderlo. A perder esta conexión que, por mucho que intentara negar, se había convertido en parte de mí.—Emma —su voz rasgó el silencio, baja y quebrada—. No puedo seguir así.
El silencio en la cabaña era tan espeso que podía sentirlo en mi pecho. Kian caminaba de un lado a otro, sus manos crispadas en puños, como si contuviera una tormenta interna.—No puedes hacer esto, Emma. —Su voz era grave, con un matiz de desesperación que rara vez dejaba ver.—Tengo que intentarlo. —Mantener mi tono firme era un desafío cuando mi corazón latía a toda velocidad—. No podemos vivir con este miedo constante. Si hay una posibilidad de negociar la paz, la tomaré.—¿Negociar? —Soltó una carcajada amarga—. No conoces a Darius. No razona. Solo quiere sangre.Sus palabras eran un muro, pero yo estaba dispuesta a
La noche era densa, cargada de un silencio que oprimía el pecho. La cabaña en la que me refugiaba junto a Kian se sentía más como una trampa que como un refugio. Afuera, las sombras se movían con la promesa de peligro.—No me gusta esto —susurré, mis manos temblando levemente mientras me asomaba por la ventana.Kian, apoyado contra la pared con los brazos cruzados, mantenía su expresión impenetrable. Pero yo podía ver más allá. Su mandíbula tensa, los músculos de sus brazos marcados por la rabia contenida. La oscuridad en sus ojos era el reflejo del monstruo que luchaba por mantener a raya.—Lo sé —dijo finalmente, con la voz ronca—. Tampoco a mí.
La atmósfera estaba cargada, más pesada que nunca. Las sombras acechaban, y con ellas, mi miedo. El miedo de perderlo. Kian, mi alfa, el hombre que había puesto mi mundo patas arriba, se había convertido en mi única razón para seguir respirando. Pero ahora, con la manada rival tan cerca, sentía que lo estaba perdiendo de a poco, como si una oscuridad imparable se estuviera tragando todo a su paso.Mis ojos seguían su figura, casi instintivamente buscando consuelo en su presencia, a pesar de la furia y el caos que nos rodeaban. La cabaña, que antes se había sentido como un refugio, ahora parecía un agujero en el que estábamos atrapados, esperando el inevitable golpe de la tormenta.—Emma, tenemos que salir de aquí —dijo Kian, su voz grave
La oscuridad envolvía el bosque mientras Kian y yo avanzábamos, huyendo de la manada rival que, ahora más que nunca, deseaba nuestra cabeza. El frío mordía la piel, pero era nada comparado con el peso que sentía en el pecho. Cada paso que dábamos nos alejaba un poco más de todo lo que conocíamos, de todo lo que alguna vez consideramos seguro.Pero lo peor de todo no era el miedo a ser capturados, ni la amenaza constante que acechaba desde las sombras. Lo peor era que, mientras huíamos, yo no podía dejar de pensar en todo lo que había dejado atrás. En todo lo que Kian y yo habíamos sacrificado. La manada rival nos odiaba, pero había algo más: un sentimiento profundo de desesperación que se estaba apoderando de mí.K
Las sombras se alargaban sobre el bosque, como una advertencia de lo que estaba por venir. A pesar de que el sol aún no se había puesto, la amenaza de la manada rival nos perseguía como una sombra oscura, implacable. Cada paso que daba junto a Kian parecía más pesado que el anterior, no por el terreno irregular ni por el cansancio, sino por el peso de la situación. La huida ya no era solo una cuestión de supervivencia; era un recordatorio constante de todo lo que podríamos perder.Kian caminaba a mi lado, su presencia tan sólida como siempre, pero algo en su postura me decía que él también sentía el peso de todo lo que nos rodeaba. Ya no podíamos seguir huyendo indefinidamente. Sabíamos que tarde o temprano, el enfrentamiento con la manada rival llegaría, y entonces no habrí
El viento cortante acariciaba mi piel, levantando pequeñas ráfagas de polvo que se deslizaban por el suelo como si fueran fantasmas que anunciaran lo inevitable. El aire estaba cargado de una tensión que me presionaba el pecho, como si el mundo entero estuviera esperando el momento exacto en que la batalla final estallara. El horizonte estaba teñido por un resplandor rojo, un presagio de lo que vendría. La manada rival estaba cerca, lo sabía. Y yo, aunque intentaba mantener la calma, no podía dejar de pensar en lo que nos esperaba.Kian estaba a mi lado, su presencia tan real como el dolor que me oprimía el pecho. No éramos los mismos que al principio, cuando todo parecía un sueño irreal, cuando nuestros miedos y dudas eran solo ecos en la distancia. Ahora, todo se reducía a este momento. A esta batalla. Y
La brisa nocturna acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia mi casa. El aire fresco del otoño se filtraba entre las hojas caídas, que crujían suavemente bajo mis botas. La luna llena brillaba intensamente sobre el pueblo, iluminando las calles vacías. Era una de esas noches en las que todo parecía estar en su lugar, todo tranquilo, todo como siempre. Pero, por supuesto, las cosas nunca permanecen tranquilas por mucho tiempo en mi vida.El sonido de los árboles moviéndose me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que era el viento, pero luego algo en la atmósfera me hizo sentir incómoda. La sensación era extraña, como si algo estuviera observándome. Me giré lentamente, mi corazón empezando a latir más rápido. La última vez que sentí algo similar fue cuando era niña, corriendo por el bosque y sabiendo que algo o alguien me seguía.Un ruido rompió el silencio de la noche, una rama que crujía a lo lejos, justo dentro de la franja oscura del bosque. No era normal, y no pude evitar