Las semanas pasaron, y con ellas, un cansancio que se iba acumulando en mi cuerpo. Sentía la necesidad de entrenar más duro, de estar lista para cualquier cosa que pudiera venir, aunque no tenía ni idea de lo que eso significaba. La amenaza de la manada rival nunca desaparecía, y ahora, también sentía la presión de mi relación con Kian, un peso que no podía ignorar. Si bien nuestros momentos juntos me daban consuelo, también me llenaban de miedo, una sensación constante que no podía sacudirme. Me encontraba atrapada entre el deseo de estar con él y el temor de lo que eso podría significar para mí.
Estaba en el gimnasio, golpeando el saco de entrenamiento con furia, mi respiración acelerada y el sudor cayendo por mi cuello. Quería sentir que tenía el control, que pod